sábado, 28 de febrero de 2015

Tiqui-Taca


Era dieciséis de agosto, pero para todos ellos acababa de comenzar el verano. Llevaban un año esperando la llegada de estos días y ya lo celebraban reglamentariamente tumbados en sus toallas. Miraban con ansiedad aquellas olas que los reclamaban sin cesar con sus armoniosos cantos de sirena. Se reencontraron con alegría con los colegas del pueblo y entre animadas conversaciones alguien empezó a dar pataditas a un balón. De repente, los saludos cesaron y un lugareño lanzó un reto al aire: “Quillo, ¿y si echamos un Barbate-Resto del Mundo?”. La arena de la playa estaba en perfectas condiciones para jugar y comenzó el partido. Los forasteros empezaron con fuerza y quisieron contrarrestar el arte de la escuela andaluza con alguna que otra entrada terrorífica. Mientras, los barbateños se miraban entre ellos sorprendidos ante los larguísimos cambios de juego del equipo contrario (“picha, que no estamos en el Bernabéu cohones”). Hasta que llegó la jugada decisiva.
David oyó con nitidez aquel crujido portador de la mala noticia de la rotura de su músculo, pero lo ignoró embelesado por la perfecta trayectoria que describía la bola camino de ser rematada por alguno de sus amigos. Lo intentó primero Oscar, con una mezcla de chilena y salto del tigre, para acabar aterrizando con estrépito y lastimándose una costilla, la cual seguiría dándole la lata durante el resto de las vacaciones. El esférico continuó con su vuelo libre hasta que Luis dispuso su apolínea figura para intentar amortiguarlo con el pecho, pero un pequeño error de cálculo propició que rebotara en su prominente barriga cervecera y cayera totalmente inerte al suelo. El último componente de aquella excelsa y exquisita delantera era Pedro, que pensó que una pelota mansa delante suya era una irrechazable invitación para efectuar una espectacular rabona para intentar salvar la ya lamentable jugada de ataque. Pero la mala suerte quiso seguir cebándose con aquel equipo de ensueño haciendo que el impacto se centrara exclusivamente en la pierna de apoyo del delantero, dejando de regalo un par de uñas clavadas que provocaron una vistosa y sangrante herida.
Después de esta serie de infortunios, es evidente que el resultado del partido carecía ya de la menor importancia, así que, para que la historia quede coronada con un merecido final feliz, añadiremos a nuestro gusto unas cuantas rondas de heladas cervezas y reconfortantes raciones de manjares del lugar  para que todos terminaran cantando aquello de: “ Alcohooooooolll,  Alcohoooooooollllll”…

Juingo

No hay comentarios:

Publicar un comentario