El
concierto
Harto de dar vueltas, no resisto la tentación y enciendo
la luz. Las dos de la mañana, solo me quedan cuatro horas para que suene el
despertador. Ojos verdes. La orquesta de
mi cerebro ya interpreta la música y la canción vuelve a sonar por enésima vez
en mi cabeza. Cansado por no poder dormir y hastiado del incansable soniquete
del estribillo, me levanto y me dirijo al salón para ver si con el ruido de la
televisión se apaga de una vez la dichosa melodía. Verdes como la albahaca.
Desde la hora de comer, se introdujo en mi mente y me acompaña como un fiel
perrillo a su querido dueño. Tras una reparadora ducha y un reconfortante
desayuno salgo a la calle dispuesto a borrar de mi disco duro el desesperante
día anterior, pero cuando el aire de la mañana me acaricia, mis esperanzas se
desvanecen por completo. Verdes como el trigo verde…
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