Había una vez un despertador
al que odiaba con todas mis fuerzas. Cada vez que sonaba interrumpiendo mi placentero sueño con su
escandaloso sonido, mi primer pensamiento era el de estrellarlo contra la
pared. Lo aborrecía porque su actuación era el preludio de otro monótono día.
Las mismas caras, el mismo recorrido, la misma tarea. Hace tres días, no me
pude contener más y, agarrando al maldito aparato, me levanté de un salto
dirigiéndome a la ventana para arrojarlo sin piedad y destrozarlo contra el
asfalto. En ese momento la vi, una nueva vecina había llegado al barrio y su
espectacular melena rubia era la antesala de una hermosa cara que me cambió
totalmente la percepción de la vida. Desde entonces, bajo corriendo a ver si me
la encuentro por alguna parte para que llene de color mi día. Por eso estoy
deseando que mi amigo el despertador me anuncie la llegada del amanecer con su
preciosa melodía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario