miércoles, 8 de julio de 2015



Había una vez un despertador al que odiaba con todas mis fuerzas. Cada vez que sonaba  interrumpiendo mi placentero sueño con su escandaloso sonido, mi primer pensamiento era el de estrellarlo contra la pared. Lo aborrecía porque su actuación era el preludio de otro monótono día. Las mismas caras, el mismo recorrido, la misma tarea. Hace tres días, no me pude contener más y, agarrando al maldito aparato, me levanté de un salto dirigiéndome a la ventana para arrojarlo sin piedad y destrozarlo contra el asfalto. En ese momento la vi, una nueva vecina había llegado al barrio y su espectacular melena rubia era la antesala de una hermosa cara que me cambió totalmente la percepción de la vida. Desde entonces, bajo corriendo a ver si me la encuentro por alguna parte para que llene de color mi día. Por eso estoy deseando que mi amigo el despertador me anuncie la llegada del amanecer con su preciosa melodía.

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