Por favor, que nadie se lo tome como una crítica a Madrid,
ciudad hermosa a la que adoro. Es que hoy me apetece ensalzar las virtudes de
mi tierra: Colón, majestuoso en su pedestal, me invita a subir para gozar de
unas vistas memorables, pero declino amablemente la invitación indicando que
vengo de un sitio desde donde, escoltado por una imponente torre vigía, se
puede ver incluso el nacimiento de un continente. Saludo con educación a la
diosa Cibeles y le comento a Neptuno que yo sí sé donde está su verdadero
reino. Paseo por la puerta del Sol orgulloso de pertenecer a la tierra donde el
astro nunca se retira a descansar. Le susurro al oso que deje ya el madroño
porque conozco un lugar donde comerá el mejor pescado que jamás haya probado.
De Madrid al Cielo hay un corto trayecto, claro que sí, pero algunos tenemos la
inmensa fortuna de vivir en el paraíso.
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