lunes, 30 de marzo de 2015

Aquellos  ojos azules




Las altas esferas de la abogacía le consideraban un fenómeno como profesional y como persona. Eran poderosas razones para que no hubiera tenido excesivos problemas para conseguirle asilo a la mujer que se escondía tras unos ojos azules que le encandilaron desde el primer instante. Por ellos llegó hasta el punto de empadronarla en su domicilio para proporcionarle una dirección fiscal. Miró de reojo por enésima vez el calendario que le recordaba sin piedad que se cumplían dos meses desde que ella desapareció. Intentaba disimular su tristeza repitiéndose aquello de: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

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