ENTRE EL CIELO Y EL SUELO
En aquel polígono a las
afueras de la ciudad, semidesnuda y con el frío de enero metido en los huesos,
la chica miró hacia el cielo con los ojos poblados de lágrimas. Aún resonaban
en su cabeza las palabras de aquellos supuestos amigos en su añorado país unos
meses antes: “ten confianza, nosotros elevamos sueños”. Con una sonrisa
irónica, asintió pensando que, efectivamente, sus sueños se habían elevado
hasta el punto de haberse evaporado para siempre.
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