LA FIERA
Feroz. El caos del almacén, con todas las cajas por el
suelo, no admitía otro calificativo. Pero eso permitió que te agacharas para
buscar algo y tus bragas de pantera asomaran por encima del pantalón. Mis ojos
aprovecharon aquel bendito desliz y grabaron la imagen para hacer que desde ese
instante soñara con que las garras de esa felina me arañasen sin piedad entre
interminables gritos de placer. Con el paso del tiempo, pude constatar que,
efectivamente, aquella criatura era justo como yo imaginaba: feroz.
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