Listo
para la batalla
Tras
el accidente, me costó un mes el poder levantarme de la cama. La gente me
felicitaba, pero a mi aún me faltaba mucho. Otros tres meses de dura
rehabilitación me permitieron volver a andar sin secuelas. Con suma paciencia empecé
a dar paseos por el campo, que luego se transformaron en caminatas y éstas a su
vez en largas carreras. La gente me felicitaba, pero a mi aún me faltaba mucho.
La recuperación física completa me llevó de nuevo al trabajo y a reanudar mi
vida con total y aparente normalidad. Comencé a escribir y a retomar mis
hábitos y aficiones personales. La gente me felicitaba, pero a mi aún me
faltaba mucho. Tres años después, sin darme apenas cuenta, un día me sobrevino
una risa tonta que se transformó en una intensa y reconfortante carcajada.
Nadie me felicitó entonces, pero no le di importancia porque, en ese momento,
sí que me sentí totalmente recuperado y dispuesto para seguir viviendo y
luchando contra todo sin ningún temor. Ya disponía de nuevo de mi más poderosa
arma para cualquier tipo de batalla.
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