El
arte de la guerra
Entretenidos en
hacer un nudo con nuestras lenguas, no
percibimos los avisos en forma de pequeñas gotas de agua hasta que se
convirtieron en un auténtico bombardeo. A la carrera, nos tuvimos que refugiar
en el primer portal que encontramos abierto. Camuflados en las sombras, ordené
a mis dedos que partieran en avanzadilla para explorar el territorio. Empapados
a causa de la excesiva humedad del terreno, los soldados, exhaustos, me
indicaron que la mejor forma de seguir avanzando era utilizando artillería
pesada. Envié a mi mejor acorazado para que fuera abriendo camino. Cuando
alcanzó las coordenadas correctas, conquistamos el lugar celebrándolo entre
salvas de alegría y espasmos de placer.
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