El
vaso ideal
Ni deliberadamente, la
mancha podría haber estado mejor situada. Rodeaba estratégicamente el pecho de
manera que el pezón parecía la cima de una sugerente y apetitosa montaña.
Mientras yacías tumbada en el suelo, mis carcajadas acompañaban a todas las
demás, aunque era simplemente por no
desentonar, porque no podía dejar de contemplar esa inolvidable imagen que me acompañaría durante mucho tiempo. Pero
supe aguantar con suma estoicidad hasta que, por fin, pude tener la oportunidad
de derramar dos botellas por todo tu maravilloso cuerpo. Ni el vino más caro
del mundo me habría sabido mejor.
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